En el dolor y en la ancianidad a Dios dale la oportunidad.
Gran misterio es el dolor, pero mayor aún el misterio del amor que, en el dolor no deja de querer. Jesús da a conocer su mesianidad por medio de los milagros. Cada milagro es un signo elocuente de lo que vino a traer Dios al mundo: felicidad nueva traída por un amor generoso, agradecido y fuerte que llega de lo alto.
Los milagros son signo de la Omnipotencia Divina y poder salvífico del Hijo del Hombre no buscan el asombro, la vanagloria, la búsqueda desinteresada. Lo esencial es como se manifiesta y como se experimenta el Reino de Dios, en la propia vida y en la comunidad, por medio de los diversas formas de milagros: curaciones, exorcismos, resurrecciones y la actitud agradecida en la oración que nace de un corazón humilde que hace expresar a Jesús: “ Levantate y vete, tu fe te ha salvado”
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